La Carta que Juan Castro le dejo al Hemano gemelo antes de suicidarse

- Buenos Aires Martes 5-3-04

Querido hermano, para cuando leas estas humildes palabras, que salen de la pluma de un hombre también humilde, que se entregó completo a su familia, de haber tenido el éxito en mi emprendimiento, de seguro ya no formaré parte del reino gris de los mortales.
Hermano querido, debo partir en un largo viaje donde no me hace falta equipaje, todos mis valores quedan en sus manos, y el fruto de mis angustias, desaparecerá tras el lacrado de un simple sobre, que borra de mi visión, las letras de una triste carta.
Si me permites te quiero ofrendar, algo que escribo tratando de resumir las hieles de este presente a punto de extinguirse como el fuego del Vesubio.


"La noche es demasiado larga
Y enciende mis quimeras,
el frío del día no las apaga,
ni el rugir de lluvias enteras".


Mi alma no morirá congelada en el frío de esta tarde sino que vivirá bajo el ala de la cordura, impuesta moralmente en la vereda transitada por alargados cuerpos, hacedores de una ruin parafernalia, de la que desisto seguir perteneciendo. Ellos están serios, cabizbajos, resplandecen sin poseer colores, y se me hace imposible diferenciarlos desde esta altura. Yo sigo aquí como fiel observador de sus pasos vacilantes, tras mi mascara de algarabía carnavalesca, que irrita mi piel al punto de aborrecer su cordón urticante, que la presiona sobre mí, hasta provocarme una atroz y aletargada asfixia.
Miro el ventanal, que es la dulce amante que vive seduciéndome, y la tibia luz que me regala esta mañana, no basta para iluminar lo lúgubre de mi desolado despacho, y tampoco basta para calentar mis días de eternos abriles, poblados de cielos plomizos que inundan de una profunda brisa, que congela mis torpes manos, y enfría el rostro en un penoso gesto, que se torna pétreo en la concatenación de todas mis tardes.
Es inútil luchar contra lo indefectible, no quiero mas las pomposidades de efímeras burbujas de jabón, que desaparecen sin dejar rastros en el aire, estoy harto de que lo bello dure tan poco, y como parte de esa belleza debo finalizar este ciclo, así como lo hacen esas esferas de jabón, en su corto vuelo mortuorio. Las últimas páginas se consumen, y el lector de este pesado libro busca ansioso la página donde se escribe la palabra “FIN”.
Mi fin será corto como dicha palabra.
Me despido hermano de ti, con este adiós que será el último entre los dos, este adiós que retumbará en tu cabeza por siempre, este adiós que será eterno.

Tuyo siempre, Juan Castro